miércoles, 1 de agosto de 2012

“Tanas”, ¡el primer tatuador del pueblo!


Luis Andrés Velásquez Nureña es el “Tanas”, un personaje arequipeño que prefirió perder su puesto de trabajo, por no someter su larga melena, rubia y ensortijada a los filos de las tijeras. También negó graduarse de economista porque sabía que en sus manos llevaba el arte del dibujo en el cuerpo. Sin embargo, ese corazón vagabundo de tinta, música y alcohol que por más de una década se apoderó de la plaza a donde llegaban poetas, músicos y pintores, cayó un día en los encantos de la mujer en la que tatuó su nombre en el pecho. Y es que al “Tanas” se le ha vinculado con todo, y todo lo malo estaba encerrado en las cinco letras de su apodo, cuando su única “locura” –como dice él- “fue ser diferente”.

 Por  Pilar Rivera Ramos
“Yo le pedí un día a Dios que me llenara de mujeres, y lo cumplió. Lo único que no le dije fueron las edades, así que me dio una esposa y tres maravillosas hijas”, es la frase que define de manera exacta cómo ha sido la vida  de Luis Velásquez, un destacado matemático que vivió con tanta libertad y placer que terminó encontrando la familia que le hacía falta para definir, finalmente, su modo de vida.

El “tanas” –a quien también se le conoce como “Popy” o “Santana”-  solía sentarse a mitad de la plaza San Francisco, para trazar sus finos dibujos sobre la piel de sus clientes, siempre con un pantalón camuflado a media rodilla, un cigarrillo entre los labios y ese rostro  rojizo (que nos recordaba al de un soldado americano que recién llega de la guerra).

Allí esperaba a sus ocasionales clientes, pues le bastaban dos sesiones de tatuajes para mantener el día, “aunque lo que ganaba en una hora de trabajo, lo perdía en media hora” -asegura Luis, en tanto recuerda el paso de un limeño de nombre Israel, que vino con la moda del tatuaje-, “pero yo me instalé como el mejor y el más conocido, fue entonces que hice muchos amigos”.  

Quienes lo conocen aseguran que el “tanas” cobraba desde cincuenta nuevos soles por una pigmentación de tinta a colores; aunque mayormente lo hacía hasta por cinco nuevos soles, una botella de trago o una cajetilla de cigarrillos, “pero definitivamente era un personaje; verlo allí sentado entre los “hippies”, con el cuerpo totalmente tatuado, tocando guitarra, sonriendo con algún turista o, simplemente -desde su posición- mirando de pies a cabeza a la gente de saco y corbata que pasaba por allí”, comentan sus amigos.

NO HAY NADA QUE CAMBIAR, SALVO LOS TIEMPOS
El “Tanas” afirma que sus años maravillosos de los noventa no los cambiaría por nada. “Si niegas lo que has hecho, no has vivido bien, y no se vale retroceder. Tal vez lo único que me gustaría cambiar serían los tiempos; es decir, no haber gastado tantos años en cosas que tal vez no tenían mucho valor”.

“He tomado en las calles, he estado detenido (supuestamente por alterar el orden público), he recibido en mi casa a mil y una personas, incluso a gente desconocida que decían conocerme con tal de tomarnos un trago”. “Yo era el bar abierto de Arequipa” -sonríe, toma el tiempo, y vuelve a sonreír- “he vendido mis cosas, me deshice de mi herencia, vendí hasta el techo de mi casa, todo por una guitarra o una batería, para hacer música, esa era mi pasión”.

LAS PENAS Y LAS ALEGRÍAS SE GUARDAN EN LA MOCHILA
Luis Velásquez recuerda que el primer cigarrillo que entró en su boca fue tras la muerte de su padre en 1990. A partir de entonces, sin padre ni madre (quien murió cuando él tenía apenas diez años), decidió darse permiso para crear su propia personalidad, lo que otros califican como “su propia destrucción”, y comenzó a viajar tocando metal punk; mientras que sus cabellos largos y enredados eran el punto sobre la “i” que le daba el toque perfecto a su singular forma de ser.

Es así que de la noche a la mañana decidió cambiar su condición de alumno excelencia en la Universidad Católica de Santa María, para llenarse de miles de “patas” con quienes, curiosamente, “solían ver el sol a media noche”. Desde entonces llevó consigo una mochila de tela que nunca lavó y que todos reconocían, aunque nadie podía adivinar cuál era su color original. Tras muchos años de duro trajín, finalmente tuvo que dejar esa vieja compañía –según aclara- “no por vieja, sino por sucia”.

UN MATRIMONIO DE ESTILO
Tras conocer a Magdiel Solangel, una estudiante universitaria de la UNSA, el “Tanas” decide casarse. Formalmente pide la mano de la muchacha y se la lleva para contraer matrimonio una mañana de agosto. Luis se hizo una cola en el cabello y usó formalmente su etiqueta tradicional: un pantalón camuflado, viejo y rotoso, con una camisa cerrada hasta el último botón del cuello y su gorra que cubría parte de su alborotada cabellera.

Se presentó puntualito a la ceremonia y así dijo “sí, para toda la vida”. Desde entonces tiene consigo a las mujeres que supuestamente le pidió a Dios, Magdiel, Samara, Galia y Durbal, por quienes decidió cortarse el cabello, dejar a los amigos (a la Plaza San Francisco ya la dejó desde el momento en que “un Alcalde que decía ser amigo” los sacó del lugar), cambió también el trazo fino de sus tatuajes por mejorar el tiempo con las niñas de sus ojos.

Ahora trabaja formalmente en un grifo de la avenida Mariscal Castilla, a donde asiste puntualmente y -nos dice entre sonrisas- que “vende la gasolina más barata del mercado”. Reconoce a los amigos, les estrecha la mano y tiene la disposición para contar todas sus anécdotas de cuando era “un loco”. 
Y mientras la conversación se prolonga, baja el tono de su voz y muy cerca a nuestro oído nos dice: “ahora me confundo entre el pueblo que lucha por la justicia; medio social, medio loco, todavía hay Tanas, para rato”.

1 comentario:

  1. Los mejores tatuadores de Arequipa (o los que mas suenan) vendrían a ser los siguientes:

    Rodriguez Tattoo, Su web http://www.tatuajesaqp.com


    Calavera Tattoo, Su web https://www.facebook.com/calaveratattoopanoramico/
    Lazarte tattoo studio, Su web https://www.facebook.com/LazartesTattooStudio/
    Dio Art Tattoo https://www.facebook.com/diegoastoquilca/

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