lunes, 13 de agosto de 2012

“No se puede vivir de la literatura en Perú”


Conversamos con el autor de La ciudad más triste, el poeta Jerónimo Pimentel, novela que se perfila como una de las mejores publicadas este año en Perú, basada en unas cartas ficticias escritas por Melville desde Lima.
Por Martín Zúñiga
En La ciudad más triste recreas, no sin poesía, una Lima aprosódica, en completa anarquía. ¿Crees que esta es, en última instancia, la esencia de la capital peruana?
Creo que la capital peruana no existe. Creo que su esencia, si la tiene, es inasible. Creo que Lima es una ciudad que hay que inventar. 

Hay en la novela este hombre que hace un importante descubrimiento en medio de toda la desgracia que ocurre en la ciudad. Esto me lleva a pensar que tienes algún reparo contra los intelectuales o contra los científicos. 
No, no se debe tomar ningún episodio de la novela como opinión mía. Ese fragmento está basado en un libro del coronel de caballería Manuel de Odriozola –un personaje real– y los relatos del terremoto de 1746 de José Eusebio del Llano Zapata. No tengo reparos contra los intelectuales y me fascina leer libros de divulgación científica. De hecho, creo que uno de los grandes lastres de la poesía peruana es no haber podido incorporar el discurso científico a su tradición poética, algo que ya ha ocurrido en otras tradiciones como la francesa o la norteamericana.

En esta novela, como has dicho anteriormente, te apropias de la voz de Melville para contar. ¿Qué le dirías a Melville si pudieras hablar con él?
Le pediría perdón, le daría las gracias, le invitaría un pisco y le pediría que me cuente sus viajes por la Polinesia. 

¿Qué literatura es la que más te entusiasma leer, qué autores?
Es una pregunta muy amplia. Desde hace un tiempo estoy leyendo casi todo lo que encuentro de Sebald, Perec, Roubaud, Aub, Silkin, Sikelianos, Ashbery, Walcott, Hughes, Olson, Nordbrandt, Lihn. Pero soy un lector omnívoro; vuelvo a Loayza, siempre; me gusta mucho la no ficción, como Janet Malcom o David Remnick; en comic estoy pegado con ‘Frank’ de Woodring; y leo mucha poesía peruana también. De lo último, te recomiendo ‘Génesis artificial’ de Álvaro Casalino Hildebrandt y ‘Fantasmas esenciales’ de Víctor Ruiz  Velazco.

¿Alguna vez pensaste en vivir de ser escritor? ¿En Perú se podría vivir de ser escritor? ¿Por qué?
No, por razones familiares siempre supe que no se puede vivir de la literatura en Perú. No es una cosa que pase por el talento, sino por el país. Sin embargo, sí vivo de lo que escribo, pero es periodismo, edición de libros, publicidad. 

¿Qué recuerdas de tu niñez más allá del ambiente literario en el que te tocó crecer? ¿Tal vez alguna anécdota inconfesable de la que hayas sido testigo?
Recuerdo mucho amor, mucha alegría, mucha intensidad. Recuerdo estar en la sala de mi casa, a los diez años, con Pablo Guevara. Lo recuerdo diciéndome lo siguiente: “Como decía Artaud, el hombre nació para comer y cagar”. Recuerdo haber reído mucho y haber repetido la frase en el colegio. Recuerdo que me gané un aviso de amonestación por ello. Recuerdo a todos los poetas del Hora Zero cantando. Recuerdo un encuentro de poetas en Huanchaco, en 1988, donde todos fueron con sus familias y nos alojamos en el hostal de Walter Curonisy y Elvira, ‘Caballito de mar’. Recuerdo el mítico recital en el Centro Cultural Peruano-Soviético. Recuerdo que mis amigos de barrio llegaban a la casa y leían ‘Aconchasumadramiento’ de mi viejo. Recuerdo a Roger Santiváñez tocando la puerta de mi casa un domingo a las 7 am. Recuerdo que mis viejos dormían, así que yo le abrí la puerta y desayunamos juntos y conversamos de la vida. He tenido suerte, porque sólo recuerdo cosas buenas.

¿Qué personaje de ficción te hubiera gustado ser?
Kilgore Trout.

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