lunes, 19 de noviembre de 2012

Sin amor o sin vergüenza

Una vergonzosa historia de ambición ha destruido el corazón de una familia, cuyos hijos, por el reparto de unos metros de terreno y el deseo de tener unos cuántos soles más en el bolsillo, han denunciado judicialmente a su propia madre. Una historia que llena de lágrimas a la mujer que los parió y que hoy, son su peor verdugo.

Por Pilar Rivera Ramos
Andrea Cornejo viuda de Portilla tiene 82 años y una larga lista de procesos judiciales que afrontar. El hombre con el que se casó, Alberto Manuel Portilla Guillén, y con el que tuvo 10 hijos, falleció hace 13 años y desde entonces ha vivido una historia de horror, acusada por sus propios hijos en el intento de declararla interdicta (restricción de la capacidad jurídica), a fin de gozar de las propiedades que día a día construyó al lado de su compañero de vida y patriarca de la familia.

El pasado viernes conversamos con Andrea. Contiene el llanto pero no puede impedir el temblor de sus labios. Se sienta, observa las flores del jardín y recuerda la casa de la fue despojada, en el tradicional distrito de Characato. También evoca –con miedo– el día que fue secuestrada por algunos de sus hijos, y declarada mentalmente incapaz por otros como parte de las argucias de las que, dice, se valieron “para despojarla de todo cuanto tenía.

“Mi esposo era todo para mí y a su muerte consideré que las cosas mejorarían, pues su genio –fuerte y mandón como buen chacarero– creí que también se iría a la tumba; sin embargo, de que tranquilidad puedo hablar si mis hijos menores se encargaron de cambiarme la vida. A esta edad tengo procesos judiciales que afrontar, en medio de acusaciones falsas y mentirosas que los jueces no tuvieron el criterio de evaluar”.

JUICIOS DE NUNCA ACABAR
En efecto, un viejo folder de plástico guarda un grueso número de papeles que revelan la triste historia de esta mujer. Entre los documentos destaca el presentado por una de sus hijas, de nombre Yenny Madeleine Portilla de Maldonado, quien interpone una interdicción civil, “la que dirijo en contra de mi señora madre, Andrea Claudia Cornejo Huamán” (prospecta interdicta).

En el petitorio indica que su señora madre adolece de deterioro mental que le impide expresar su libre voluntad, que sufre trastorno mental tipificado como reacción paranoide y senelidad.

Pero en todo ese grueso legajo de demandas y procesos judiciales figuran siempre como demandantes sus hijos, además de Yenny Madeline, Mercedes Lidia, ambas con poder especial en representación de Angélica Alfonsina, Juan Félix, Ángel Alberto, Cristina Vilma y Luis Santos Portilla Cornejo.

Incluso, uno de los últimos procesos por nulidad de acto jurídico, estos demandantes solicitan “que la demandada, Andrea Cornejo Huamán viuda de Portilla, cumpla con el pago de las costas y costos (del proceso que ellos mismos iniciaron), el cual asciende a 465.40 y 1 mil 500 nuevos soles, respectivamente “en el plazo de cinco días bajo apercibimiento de darse inicio a ejecución forzada”.
Andrea sostuvo que ante el temor de que le embarguen y le quiten lo poco que le queda, juntó el dinero y pagó a sus hijos la cantidad solicitada, según consta el depósito judicial administrativo.

TODO POR UNA CASA
Y es que la historia se inicia el 4 de enero de 2001, cuando Andrea Cornejo convoca a sus hijos y mediante acta acuerdan vender una casa en Jesús María y que la administración de las chacras estará a cargo de Ángel Portilla y Mercedes Portilla, lo que al parecer marca el comienzo de las diferencias.

Curiosamente Jenny y Mercedes Portilla –según obra documentación oficial– denuncian a sus hermanos mayores Mateo Elmer y Gloria Benita Portilla Cornejo por falsedad material, ideológica, estafa, defraudación, hurto agravado, falsa declaración, coacción y en agravio del Estado y de la sucesión de Alberto Manuel (el padre).

Según Andrea Cornejo, estos hijos pasan a ser nuevas víctimas, por ser los únicos –como hijos mayores– a quienes encomendó la responsabilidad de velar por los bienes de su padre; sin embargo, esto, al parecer, no les agradó al resto de sus hermanos y procedieron a denunciarlos también a ellos.

“Señorita, mi propio yerno, Walter Isidoro Vera Delgado, llegó a cobrar el Fonapu de mi esposo a 16 días de su muerte, incluso acusaron a mis hijos mayores (Mateo y Gloria Benita), de haberme secuestrado con el fin de quitarles autoridad. Luego me amenazaron y fue por intermedio de Gloria que pude salir de casa a fin de protegernos entre ambas; pues en estos líos legales se valían de todo para restarme autoridad, incluso dijeron que los documentos que yo firmé eran falsos”, comenta la Andrea Cornejo.

Ahora estoy bajo su cuidado, pero temo la ira de mis otros hijos, que me llegan a insultar, me amenazan, dicen que no tengo uso de razón; pero, eso sí, “estoy mentalmente sana cuando debo pagarles el dinero que ellos gastan por los procesos judiciales que me inician”.

SOLO JUSTICIA
Andrea ya no controla el miedo, mucho menos el dolor de sentirse defraudada por sus propios hijos de quienes, afirma, sólo esperaba amor. “Ya estoy vieja, cualquier rato me muero y no he podido sentarme con ellos y ver a mis nietos crecer. Todo es odio y ambición en esta familia”.

Y mientras guarda sus papeles nos aprieta fuerte la mano, extiende un abrazo y se despide con la idea de que alguien lea esta historia y le ofrezca las garantías de un proceso judicial limpio o, por lo menos, defiendan la legalidad de sus derechos y así pueda vivir con dignidad la vejez de sus años marcados por el llanto.
  

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