Una vergonzosa historia de ambición ha destruido el corazón de una
familia, cuyos hijos, por el reparto de unos metros de terreno y el deseo de
tener unos cuántos soles más en el bolsillo, han denunciado judicialmente a su
propia madre. Una historia que llena de lágrimas a la mujer que los parió y que
hoy, son su peor verdugo.
Por Pilar Rivera Ramos
Andrea Cornejo viuda de Portilla tiene 82 años y una larga lista de
procesos judiciales que afrontar. El hombre con el que se casó, Alberto Manuel
Portilla Guillén, y con el que tuvo 10 hijos, falleció hace 13 años y desde
entonces ha vivido una historia de horror, acusada por sus propios hijos en el
intento de declararla interdicta (restricción de la capacidad jurídica), a fin
de gozar de las propiedades que día a día construyó al lado de su compañero de
vida y patriarca de la familia.
El pasado viernes conversamos con Andrea. Contiene el llanto pero no
puede impedir el temblor de sus labios. Se sienta, observa las flores del
jardín y recuerda la casa de la fue despojada, en el tradicional distrito de
Characato. También evoca –con miedo– el día que fue secuestrada por algunos de
sus hijos, y declarada mentalmente incapaz por otros como parte de las argucias
de las que, dice, se valieron “para despojarla de todo cuanto tenía.
“Mi esposo era todo para mí y a su muerte consideré que las cosas
mejorarían, pues su genio –fuerte y mandón como buen chacarero– creí que
también se iría a la tumba; sin embargo, de que tranquilidad puedo hablar si mis
hijos menores se encargaron de cambiarme la vida. A esta edad tengo procesos
judiciales que afrontar, en medio de acusaciones falsas y mentirosas que los
jueces no tuvieron el criterio de evaluar”.
JUICIOS DE NUNCA ACABAR
En efecto, un viejo folder de plástico guarda un grueso número de
papeles que revelan la triste historia de esta mujer. Entre los documentos destaca
el presentado por una de sus hijas, de nombre Yenny Madeleine Portilla de
Maldonado, quien interpone una interdicción civil, “la que dirijo en contra de
mi señora madre, Andrea Claudia Cornejo Huamán” (prospecta interdicta).
En el petitorio indica que su señora madre adolece de deterioro mental
que le impide expresar su libre voluntad, que sufre trastorno mental tipificado
como reacción paranoide y senelidad.
Pero en todo ese grueso legajo de demandas y procesos judiciales
figuran siempre como demandantes sus hijos, además de Yenny Madeline, Mercedes
Lidia, ambas con poder especial en representación de Angélica Alfonsina, Juan
Félix, Ángel Alberto, Cristina Vilma y Luis Santos Portilla Cornejo.
Incluso, uno de los últimos procesos por nulidad de acto jurídico,
estos demandantes solicitan “que la demandada, Andrea Cornejo Huamán viuda de
Portilla, cumpla con el pago de las costas y costos (del proceso que ellos
mismos iniciaron), el cual asciende a 465.40 y 1 mil 500 nuevos soles,
respectivamente “en el plazo de cinco días bajo apercibimiento de darse inicio
a ejecución forzada”.
Andrea sostuvo que ante el temor de que le embarguen y le quiten lo
poco que le queda, juntó el dinero y pagó a sus hijos la cantidad solicitada,
según consta el depósito judicial administrativo.
TODO POR UNA CASA
Y es que la historia se inicia el 4 de enero de 2001, cuando Andrea
Cornejo convoca a sus hijos y mediante acta acuerdan vender una casa en Jesús
María y que la administración de las chacras estará a cargo de Ángel Portilla y
Mercedes Portilla, lo que al parecer marca el comienzo de las diferencias.
Curiosamente Jenny y Mercedes Portilla –según obra documentación
oficial– denuncian a sus hermanos mayores Mateo Elmer y Gloria Benita Portilla
Cornejo por falsedad material, ideológica, estafa, defraudación, hurto
agravado, falsa declaración, coacción y en agravio del Estado y de la sucesión
de Alberto Manuel (el padre).
Según Andrea Cornejo, estos hijos pasan a ser nuevas víctimas, por ser
los únicos –como hijos mayores– a quienes encomendó la responsabilidad de velar
por los bienes de su padre; sin embargo, esto, al parecer, no les agradó al
resto de sus hermanos y procedieron a denunciarlos también a ellos.
“Señorita, mi propio yerno, Walter Isidoro Vera Delgado, llegó a
cobrar el Fonapu de mi esposo a 16 días de su muerte, incluso acusaron a mis
hijos mayores (Mateo y Gloria Benita), de haberme secuestrado con el fin de
quitarles autoridad. Luego me amenazaron y fue por intermedio de Gloria que
pude salir de casa a fin de protegernos entre ambas; pues en estos líos legales
se valían de todo para restarme autoridad, incluso dijeron que los documentos
que yo firmé eran falsos”, comenta la Andrea Cornejo.
Ahora estoy bajo su cuidado, pero temo la ira de mis otros hijos, que
me llegan a insultar, me amenazan, dicen que no tengo uso de razón; pero, eso
sí, “estoy mentalmente sana cuando debo pagarles el dinero que ellos gastan por
los procesos judiciales que me inician”.
SOLO JUSTICIA
Andrea ya no controla el miedo, mucho menos el dolor de sentirse defraudada
por sus propios hijos de quienes, afirma, sólo esperaba amor. “Ya estoy vieja,
cualquier rato me muero y no he podido sentarme con ellos y ver a mis nietos
crecer. Todo es odio y ambición en esta familia”.
Y mientras guarda sus papeles nos aprieta fuerte la mano, extiende un
abrazo y se despide con la idea de que alguien lea esta historia y le ofrezca
las garantías de un proceso judicial limpio o, por lo menos, defiendan la
legalidad de sus derechos y así pueda vivir con dignidad la vejez de sus años
marcados por el llanto.
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